lunes, 26 de mayo de 2014

Cerezas: mitos, cualidades y certezas

 
Muy apreciadas por su sabor, populares entre los niños y con beneficios confirmados por la ciencia, las cerezas llegan a los consumidores en su tiempo y en forma óptima, pues pasan del árbol a la mesa y solo están disponibles durante unas pocas semanas al año. ¿Cómo aprovechar el mejor momento de las cerezas? ¿Cuántas se pueden comer? ¿Es verdad que no se puede beber agua cuando se ingieren muchas? El siguiente artículo rompe algunos mitos sobre esta fruta, explica cuándo, cómo y cuántas hay que tomar y señala las mejores cualidades que la naturaleza reserva en estos bocados rojos llenos vitaminas y antioxidantes.

Cerezas: cómo, cuándo y cuántas comer

Las cerezas anuncian la llegada de los días largos y preceden al calor estival. Cuanto más grandes y dulces son, mejor es su calidad. Las dobles son una malformación y la variedad más habitual es la napoleónica, roja oscura (casi negra), dorada por dentro y carnosa. Existen poderosas razones para aprovechar esta fruta tan ligada a la temporalidad y a la geografía que solo puede disfrutarse durante unas pocas semanas al año.

 Lo primero que hay que desterrar de la cesta de cerezas es el mito de que engordan. Les sucede como a otras frutas que cargan con esa mala etiqueta, pero de manera infundada. A pesar de ser dulces, su contenido en azúcares naturales -y, por ende, en calorías- no es superior al de frutas comunes como manzanas, mandarinas o peras. De hecho, cien gramos de cerezas proporcionan 48 Kcal, cantidad de energía equivalente a las 54 Kcal de la misma cantidad de manzana (por lo general, una pieza pesa el doble o casi), las 50 Kcal de 100 g de pera o las 46 Kcal del mismo peso de nectarina.
Pero, como con todo, hay que controlar la cantidad, y con las cerezas puede ser más fácil, ya que se puede elegir cuántas comer, a diferencia de otras frutas en pieza que se toman enteras. No se trata de comerse medio kilo de una sentada, aunque sí podemos incluirlas en el almuerzo o la merienda todos los días hasta aburrirnos de ellas, que será cuando desaparezcan de la vista. Su presencia es efímera, pero su aceptación entre los niños posibilita que un puñado -10 o 15 cerezas- sustituya al postre dulce, complete la merienda o sirva para el aperitivo del colegio. Incluso son una excelente excusa para lograr con éxito el propósito tan difícil de incorporar fruta en el desayuno.
Otro mito que acompaña a las cerezas es que puede causar malestar si se bebe agua después. Cuentan los que han tenido la suerte de disfrutar del paisaje del Jerte (Cáceres) que atiborrarse de cerezas una tarde de primavera tardía cogiéndolas del mismo árbol, incluso con el fruto un poco caliente, y beber agua después para refrescarse es un placer. Y puede producir diarrea. Pero la causa no es la relación agua-cereza, sino una lógica respuesta a una indigestión o empacho. La única precaución con las cerezas y el agua es la de no lavarlas si no se consumirán de inmediato. Hay que guardarlas sin tapar y sin limpiar en la nevera, y así aguantan hasta dos semanas en perfecto estado.

Principales cualidades de las cerezas

Las cerezas contienen beta-caroteno, vitamina C y, sobre todo, ácido fólico, además de minerales como potasio y pequeñas dosis de magnesio, fósforo y hierro. También aportan fibra y una muy alta concentración de antioxidantes. Entre ellos sobresalen las antocianinas y la quercetina, que son flavonoides, así como compuestos fenólicos. Estos datos, confirmados en una revisión sobre las cerezas y la salud llevada a cabo por el Departamento de Ciencias Nutricionales de la Universidad de Arizona (Tucson), permiten afirmar que las cerezas son una fuente incuestionable de salud, en especial para las dolencias y achaques que aparecen a partir de los 40 años.

Artículo de:  http://www.consumer.es/web/es/alimentacion/guia-alimentos/frutas-y-derivados/2014/05/07/219874.php
 

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