viernes, 27 de diciembre de 2013

¿CÓMO MANTENER UNA DENSIDAD ÓSEA IDÓNEA? ¿SE PUEDE CONSEGUIR SIN LECHE Y DERIVADOS LÁCTEOS?


A priori, siempre que pensamos en la necesidad de consumir calcio pensamos en los productos lácteos como los alimentos ideales para incorporar este mineral a nuestro organismo. Pero contradiciendo a la sabiduría popular, existe hoy día suficiente evidencia para dudar de la idoneidad de la leche y derivados lácteos como fuente de calcio, e incluso, como parte de nuestra dieta. 
Tras esta noticia, la reacción más típica que les surgirá es: ¿Cómo conseguimos alcanzar el aporte diario de Calcio sin consumir leche o derivados? Y por tanto, si no se consume suficiente calcio… ¡padeceremos osteoporosis en el futuro!

En primer lugar debemos de desmitificar esta idea que nos intenta imponer la industria láctea. Utiliza la estrategia del miedo para mantener sus niveles de venta, ya que según ésta, cuando somos niños hay que tomar leche para crecer correctamente y cuando somos adultos hay que tomarla para no padecer osteoporosis. O sea, hay que tomar sus productos durante toda la vida, asegurando de esta forma sus ingresos.
 
 Pero si la relación existente entre el consumo de calcio a través de la leche y sus derivados y la prevención de la osteoporosis fuese real, los mayores consumidores de este tipo de productos  deberían poseer de las menores tasas epidemiológicas de osteoporosis, en otras palabras, deberían poseer del menor número de casos de dicha enfermedad (proporcionalmente hablando). Sin embargo, sucede todo lo contrario. Estados Unidos, el mayor consumidor de leche y derivados a nivel mundial, es el país con la mayor tasa de prevalencia de osteoporosis del mundo. Curioso y alarmante cuanto menos.

La osteoporosis no es fruto de una falta crónica de calcio en nuestra dieta, es consecuencia de la necesidad del organismo de utilizar el calcio óseo para otras funciones vitales. Por tanto, hay que cambiar el chip en este sentido y comenzar a pensar, más que en aumentar el consumo de calcio, en reducir sus pérdidas. Y para ello debemos centrarnos en la etiología principal de dicha pérdida: la alimentación actual y la falta de actividad física.
Pero, ¿por qué no es una buena solución aumentar los niveles de calcio de la dieta para contrarrestar las pérdidas?
No se trata de una idea descabellada, siempre que ese calcio ingerido sea absorbido por nuestro organismo. Esto no ocurre con el calcio lácteo, del cual se absorbe muy poca cantidad por la mala proporción que éste guarda con el fósforo. Para una absorción óptima de calcio en el tubo digestivo es necesario que éste sea incorporado junto a determinadas cantidades proporcionales de ciertos elementos, como el fósforo o el magnesio. La proporción óptima para ello es 1:1 o 2:1, o sea, cada miligramo o cada 2 miligramos de calcio deberían ir acompañados de otro miligramo de fósforo. Sin embargo, la leche de vaca que normalmente consumimos tiene 6 veces mayor cantidad de fósforo que de calcio  (1:6) y una cantidad de magnesio escasa. Para colmo, la industria láctea enmascara la falta de frescura de la leche añadiendo fosfatos. Irónico. Pues bien, esta situación se traduce en que el calcio forma complejos de fosfato cálcico en el intestino, impidiendo su absorción, y siendo eliminado a través de las heces.
 
 El calcio es un elemento alcalino por naturaleza, y aunque no se sabe con certeza, se baraja la posibilidad de que el organismo lo use como sistema tampón para mantener el pH sanguíneo dentro de sus valores idóneos. Algunas teorías defienden que la alimentación basada en alimentos procesados (bollería industrial, harinas refinadas, chuches, azúcar, etc.) y comidas precocinadas, el tabaco, el alcohol, la sal, o el café, inducen al pH sanguíneo hacia un estado de acidosis. El pH sanguíneo se mueve entre una estrecha franja, situándose siempre entre 7,35 y 7,45. Un pH superior o inferior a estos valores no sería compatible con la vida de los elementos que circulan por la sangre. Es por ello que nuestro organismo pondrá todo de su parte para que el pH no se salga de la normalidad, incluso comprometiendo la densidad ósea si fuese necesario. 
 
 

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